miércoles, 5 de octubre de 2016

CARTA DE LUISA SIGEA A HONORATO JUAN , PRECEPTOR DEL PRÍNCIPE CARLOS, HIJO DE FELIPE II. (1560).

Dirige Luisa Sigea esta carta a Honorato Juan Tristull (1507-1566), discípulo de Luis Vives y preceptor de Felipe II, primero, y luego de su hijo el Príncipe Carlos de Austria (1545-1568), que falleció tempranamente.

La carta, según Odette Sauvage, es posterior al falecimiento de la reina doña María de Hungría (1558) : "tras la muerte de aquélla"; y al 22 de febrero de 1560, momento en que se hizo la Jura a las Cortes, en Toledo, del Príncipe Carlos, como heredero de España: "preceptor del Príncipe heredero de España"; "el feliz monarca futuro de todos".

Alfonso García Matamoros señaló que Honorato Juan fue el introductor en la corte del latín y el griego, y Gaspar Gil Polo, en la Diana Enamorada”, Libro III, en el "Canto de Turia" (vv. 57-64) hizo una alabanza de él en estos términos:

 "Cuyo saber altísimo heredando
el Honorato Juan subirá tanto,
que a un alto rey las letras enseñando,
dará a las sacras Musas grande espanto;
parésceme que ya le está adornando
el obispal cayado y sacro manto:
¡ojalá un mayoral tan excelente
sus greyes e mis campos apaciente!".
Esta carta fue editaba por A. Bonilla y San Martín. “Clarorum Hispaniensium epistolae ineditae ad Humaniorum Litterarum Historiam Pertinentes”, in Revue Hispanique, VIII, 1.901, pp.299-300. Y, luego, por M. Serrano y Sanz. Biblioteca de Autores Españoles. Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas. Desde el año 1.401 al 1.833. Vol II. Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.905, pág. 415.


«Ad Honoratum Ioannem, Principis Caroli Hispaniae haeredis benemeriti Praeceptorem.

"Fortunam opes auferre, non animum posse”, tragica est sententia, nec aspernanda sane ab his cum quibus Fortuna ludere solet, seu eos illudere. Quod si ea vi quam erga externa bona furibunda exercet, posset etiam in interna grassari, pessum nempe irent omnia.
Sancitum tamen est ab optimo rerum Artifice ut dum malis obruimur fortibus, fortior etiam perstet animus ac illud secure canat : «qui nihil sperare potest, desperet nihil».
Nec secus nobis eveniant ac illis qui in profundo pelago dum fluctitant cum iam iam naufragium sibi minitantur procellae, scapham sorte oblatam ascendentes, periculum evadunt ad portum quem minime putarant foeliciter petunt.
Quorsum haec dices, Honorate doctisime? Non abs re quidem. Cum enim me caeca ista dea studia recolentem “mea fallaci blandita vultu alte extulerit, gravius ut ruerum”, ad Serenissimae Hungariae Reginae nunquam satis laudatae aulam me trahens ibique favoris aura me perample paverit (ut tecum heri confabulata sum) nunc mortua illa me videtur omnia deserere ac deiicere ni ocurreres tu, tu inquam qui mihi ian diu visus es ut cum nostro Homero dubitem "θεός νύ τις, ἦ βροτός ἐσσι;/ εἰ μέν τις θεός ἐσσι, τοὶ οὐρανὸν εὐρὺν ἔχουσιν", partesque meas fideliter acturum promitteres, atque animum adeo fortiter hac spe erexeris ut cum fortuna iterum congredi non timeam.
Mitto igitur ad te diploma quod iusisti, ut domino Garciae ostendas, ad quem ex tuo edicto scripsi schedulam.
Restat ut a tuo Principe, imo omnium foelici futuro monarcha, litteras quas nosti extorqueas. Atque illud unum dum eas exigis memineris feminae illius agendum esse causam quae ab ipso vitae limine litteras aluit, acturumque eam te qui Musarum es antistes eximius. Unde erit indecens oblongo verborum ambitu te obtundere.
Valeas igitur ac pro votis vivas, non enim talis tua est vita cuius taedere te debeat, cum ingrata vita sit cuius acceptae pudet.
Iterum vale.
Loysa Sygea».

A Honorato Juan, benemérito preceptor del Príncipe heredero D. Carlos de España.

"La Fortuna puede las riquezas arrebatar, pero no el ánimo”, de un trágico es esta sentencia (Séneca, Medea, 176), y no deben despreciarla aquellos con los que la Fortuna jugar suele, o bien de los que suele burlarse. Porque si con aquella violencia que contra los bienes externos furibunda ejerce pudiera también contra los interiores arremeter, ciertamente a la ruina irían todas las cosas.
No obstante, ha sido confirmado por el mayor Artífice de las cosas que, cuando grandes males nos abruman, más fuerte persiste nuestro ánimo y canta con seguridad aquello de que “quien nada esperar puede, no desespera nada” (Séneca, Medea, 163).
No de otro modo nos sucede a nosotros, que en el profundo mar, a la manera de los náufragos, que a merced de las olas, y amenazándoles ya las tormentas con un naufragio, se suben a una barca que el azar les ha puesto delante y escapan al peligro, llegando felizmente al puerto que pensaron que no alcanzarían jamás.
¿Por qué me dices esto, te preguntarás, doctísimo Honorato? Aunque lo parezca, ciertamente no me aparto del asunto. Porque “esa diosa ciega, con su engaño y lisonjero rostro, a mí que cultivaba mis estudios, me levantó hasta lo más alto para luego dejarme caer con más violencia” (Séneca, Octavia, 378-9), y a la corte de la Serenísima Reina de Hungría, nunca suficientemente alabada, me trajo, y allí con el aura de su favor me alimenté enteramente (como ayer traté contigo). Pero ahora, tras la muerte de aquélla, parecere que la diosa Fortuna me ha abandonado del todo y me ha derribado, a no ser que si corres a mi encuentro tú lo evites. Tú, y digo tú, de quien ya hace tiempo, junto a nuestro Homero, tengo la duda de “si eres dios o mortal, o uno de los dioses que habitan en el cielo” (Homero, Odisea, VI, vv. 149-150). Y si me prometes que vas a defender con lealtad mis asuntos y levantas con fuerza mi espíritu, esa esperanza conseguirá que con la fortuna de nuevo no tenga miedo a enfrentarme.
Así pues te envío el documento que me habías pedido para que al señor García se lo muestres, al que siguiendo tu consejo unas letras escribí.
Resta que de tu Príncipe, por cierto el feliz futuro monarca de todos, la carta que tú sabes obtengas. Y recuerda, mientras la reclamas esto sólo, que eres un maestro eximio de las Musas. Por ello será indecente con una larga disquisición de palabras cansarte.
Así pues, salud y que vivas según tus votos. No es tu vida tal que deba hastiarte, pues solo ingrata la vida se muestra con quien en aceptarla siente pudor.
Una vez más, adiós.

(Traducción de Raúl Amores).

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